Cambio Climático: ¿Quien se ha llevado mi queso?

«¿Quién se ha llevado mi queso?» Es un libro corto de Spencer Johnson, para todas las edades, que a través de una metáfora hace la analogía perfecta para describir los procesos que hoy vive la humanidad. Para el que no lo ha leído, trata de una comunidad de ratones que deciden explorar nuevos horizontes, porque su queso empezó a cambiar.La comunidad se dividió porque algunos ratones decidieron quedarse en su situación de costumbre y no creían en la necesidad de explorar. Decían que su queso era abundante y no entendían a los ratones exploradores que comenzaron a buscar otras alternativas. Pero el queso se empezó a descomponer, hasta que un día se acabó.

Los ratones reacios que no se habían movido, vencieron su orgullo y fueron a ver en qué estaban los ratones exploradores. Al encontrarlos, jamás pensaron lo que verían. Los ratones exploradores habían descubrieron otro queso, distinto al anterior pero aparentemente mucho más sabroso. Se veían felices, adaptados a las nuevas condiciones. Habían transformado su manera de tratar a este queso nuevo para que no les volviera a ocurrir lo mismo. Vivían con un sentido de comunidad y colaboración mucho mayor que antes, y con la conciencia de que ese queso no era infinito, de manera que siempre exploraban otras opciones de respaldo. Debían racionar y procurar encontrar formas para que no se acabe el queso para los futuros ratoncitos, como les sucedió con el queso original.

Este simple ejemplo ilustra de buena forma cómo la humanidad actualmente se está relacionando con su propio queso: el planeta. Nos está ocurriendo lo mismo que a la comunidad de ratones. Hay algunos exploradores convencidos de que el tratamiento del planeta – como se ha hecho el último siglo – no es el camino. Más aún, que nos lleva a la destrucción y escasez. Otros no lo creen.

Todo tiene su capacidad de carga y de entrega en períodos determinados de tiempo. Pareciera ser que al planeta se le ha pedido mucho en tiempos cortos, y a estas velocidades no logra ir recuperando esas demandas. Por lo tanto, estamos pasando de una sensación de abundancia a una histórica situación de escasez, con una fuerte oposición a creerlo, a transformarse y a salir de la zona de costumbre. Frente a este escenario – al igual que los ratones – la humanidad se encuentra dividida.

¿Habrá alguna sola causa en la historia que nos una a todos? Uno pensaría que el cambio climático podría ser esa causa, sin colores políticos, pues se habla de ciencia y problemas que nos afectan a todos. Dados los hechos, que además de ser respaldados por la ciencia, son visibles a simple vista.

Tuve el honor de sumarme a la delegación de Chile la semana pasada en Nueva York. Entre varios importantes acontecimientos, se anunciaron los últimos reportes científicos del IPCC, organismo oficial de las Naciones Unidas. El reporte IPCC fue realizado por numerosas academias científicas del más alto prestigio mundial que presentaron más de 7.000 estudios. Representa la mirada más extensa hasta ahora de los efectos del cambio climático en los océanos, cuerpos de hielo, paquetes de nieve en las montañas, entre otros.

Los resultados son bastante claros. El reporte de las Naciones Unidas señala que los efectos del cambio climático están amenazando a los océanos y establece una advertencia inmediata. Los ecosistemas marinos, cosechas pesqueras y biodiversidad marina están en riesgo. Los eventos extremos y subida del nivel del mar están amenazando el bienestar de cientos de millones de personas residentes de zonas costeras.

Lo positivo del informe es que da esperanzas. Por eso, ese día se estableció la meta de conservar el 30% del Océano Global al 2030. Una meta ambiciosa pero abordable, que requiere la voluntad de todos. Nos encontramos en un punto de inflexión histórico para la humanidad, en un «tipping-point», como dijo la doctora Jane Lubchenco en el lanzamiento del IPCC. Los esfuerzos y voluntades deben venir desde todos los sectores, público y privado. Hemos evolucionado de pensar que tenemos un océano inmenso e infinito, que nada le puede pasar, a pensar en un océano inmenso, dañado, imposible de arreglar, a un océano dañado pero abordable, posible de reparar y recuperarse. Eso es muy esperanzador.

Fue un honor ver al equipo chileno desplegado en Nueva York, liderando los esfuerzos mundiales. La visión de Chile para esta COP25 es distinta a las otras y el mundo lo reconoce.  Por primera vez se integra con tanta fuerza al sector privado y a la ciudadanía a la discusión. Ahora, todos estos esfuerzos políticos desde arriba «top-down» no significarán de nada si no los conectamos desde abajo, «botom-up», y todos juntos. Y esta COP25 impulsará ese enfoque como nunca. Con una Zona Verde que permitirá, por primera vez, que este encuentro de las partes integre a la ciudadanía activamente.

Tiene todo el sentido. La ciudadanía como nunca pide cambios, para qué decir los jóvenes que están en las calles, no por capricho, sino por convicción. Estamos ante una emergencia climática y una declaración de falla en el sistema actual, sin precedentes.

La filantropía y la sociedad civil están haciendo lo humanamente posible para que, dada toda la evidencia científica, los liderazgos mundiales hagan lo que tienen que hacer: tomar las decisiones correctas y brillar políticamente por aquello. Suena simple, ¿o no?

La ciencia, la tecnología, los grandes emprendimientos y emprendedores nos han mostrado que el camino es difícil, pero absolutamente posible.

¿Que camino tomaremos? No queda otra que iniciar el imperioso proceso social, sistémico, entre la ciencia, el sector público y privado, para entender como armaremos este rompecabezas entre todos.

Parece mucho más riesgoso no hacer nada y negarlo, que al menos intentarlo.

Fuente: La Tercera

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